Datos
del municipio
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Superficie: 33,01 km.2
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Población:
36.797 hab.
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Longitud
del litoral: 13,37 km.
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Altitud
capital municipio: 240 mts.
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Altitud
máxima: 663 mts.
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Su
origen se remonta a la etapa prehispánica. De hecho, su nombre
procede del término aborigen Arehucas. Su primigenio poblado
fue arrasado por las huestes del conquistador Juan Rejón,
en 1479. De este momento, sobresale la denominada “Batalla
de Arucas”, en donde murió el mítico caudillo Doramas. Entre
los yacimientos arqueológicos destaca el denominado “Cerera”, situado en la
falda sur de la Montaña de Arucas y actualmente visitable,
tras llevarse a cabo un proyecto de musealización, presentándose,
hasta el momento, como el primer y único asentamiento prehispánico
integrado en un edificio de uso social, en este caso en una
asociación de vecinos.
Las investigaciones arqueológicas
recientes plantean la presencia de varios yacimientos repartidos
por toda la geografía local, lo que hace pensar que la Arucas
prehispánica jugó un papel de cierta relevancia en
la zona norte de la isla. A los ya conocidos lugares de Hoya
de San Juan o Bañaderos, habría que añadir el Barranco de
Tenoya, Montaña Blanca, Montaña de Cardones, Santidad, Barranco
de Arucas y Cebolla.
Después
de la Conquista, Arucas se fue poblando principalmente, a
comienzos del siglo XVI, de numerosos caballeros a los que
se les entregaron tierras y aguas tras el Repartimiento de
las islas, quedando como mayores beneficiarios Tomás Rodríguez
de Palenzuela, Lope de Sosa, Hernando de Santa Gadea y Juan
de Aríñez, entre otros. Esta incipiente población fue situándose
alrededor de la ermita de San Juan, situada en los mismos
terrenos que ocupa la actual iglesia, obra aquella de anónimos
personajes que operaban en los ingenios azucareros. La actividad
generada por estas fábricas, los cañaverales, las obras de
regadío, el transporte y la artesanía procuraron suficiente
demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos,
criados, comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados
como los primeros habitantes con que contó la incipiente “urbe”.
El aumento de la población,
ocasionada por la prosperidad económica del momento, determinó
que, en 1515, el obispo Fernando Vázquez de Arce elevara la
sencilla ermita al grado de parroquia, con pila bautismal
y cura propio. De esta forma, Arucas, que venía teniendo la
consideración de “Lugar”, obtiene la concesión del título
de Villa a partir del 19 de noviembre del año aludido. El
aumento de la feligresía impulsa la fundación de dos nuevas
ermitas: la de San Pedro Apóstol (1525) y la de San Sebastián
(1547). La primera, ubicada en La Goleta, en el punto denominado
Lomo de San Pedro, fue construida por Juan Mansel, comerciante
francés casado con María de Santa Gadea. La segunda, localizada
primeramente cerca de los terrenos del llamado “Teatro Nuevo”,
se construyó en 1699, ocupando el espacio en donde hoy se
encuentra la Plaza de la Constitución, frente a las
Casas Consistoriales, y fue derruida en 1868.
Así se llegaron a constituir
dos núcleos denominados “Villa de Abajo”, centro administrativo-religioso,
con la parroquia de San Juan, ermita de San Sebastián, Inquisición,
Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, Milicias de Arucas y
Pósito (en pie hasta el siglo XIX), y la “Villa de Arriba”,
sede de los ingenios azucareros y que contó, además, con la
ermita de San Pedro.
Por otro lado, en esta época
destacaron dos eventos, la fundación de la Heredad de Aguas
de Arucas y Firgas (1545-46), que posibilitó el auge económico
de la Villa, al tiempo que con el transcurrir de los años
ha dotado al municipio de un complejo sistema hidráulico (acequias
de piedra, cantoneras, presa) de gran valor etnográfico, y
la constitución del Mayorazgo de Arucas por Pedro Cerón (1572),
que prolonga su existencia hasta 1859, momento en que se vendieron
sus propiedades por el proceso de desamortización del siglo
XIX.
En cuanto a la fisonomía de
Arucas a fines del siglo XVI, podemos decir que la necesidad
de contar con terrenos amplios para la agricultura ocasionó
que las viviendas se instalaran en las fuertes pendientes
de la montaña, dejando libre la zona sur (La Vega). Por lo
tanto, las edificaciones se dispusieron de Norte a Sur, siguiendo
un esquema radial a partir de la iglesia de San Juan Bautista.
Probablemente, la calle de San Juan constituyó uno de los
ejes centrales de la actividad, hasta incluso avanzado el
siglo XIX. El segundo núcleo, situado en el Lomo de San Pedro,
tendría por el contrario una orientación Este-Noroeste. Estas
dos disposiciones obedecerían, posiblemente, a razones topográficas
y al aprovechamiento de los recursos agrícolas del suelo,
originando en consecuencia un trazado laberíntico, especialmente
en los alrededores de la Plaza de San Juan. No obstante, el
número de viviendas no era muy elevado, adivinándose alrededor
de noventa casas de familia de las cuales, según el cronista
Pedro Marcelino Quintana, “(…) una cuarta parte era de negros
y mestizos esclavos”. No obstante, este incremento ocasionó,
tal vez, la necesidad de ampliar hasta tres naves la iglesia
parroquial de San Juan Bautista.
Durante los siglos XVII y XVIII,
la economía de Arucas vino marcada por un periodo de decadencia,
en relación con la brillante etapa precedente. Al hundirse
el comercio de los azúcares insulares se procede, en casi
todas partes, a su sustitución por los cultivos de viñedos.
En los terrenos locales, el viñedo se extendió rápidamente,
si bien no conseguirá obtener tan buenos resultados como el
anterior cultivo, por lo que se combinó con otros, como el
trigo, el millo, las papas y frutales.
El siglo XIX, por el contrario,
representó un momento decisivo para su historia urbana, especialmente
a partir de la segunda mitad. A nivel económico, la desvinculación
de las tierras del Mayorazgo, fruto de las leyes desamortizadoras
de Mendizabal y Madoz, significó el comienzo de un gran desarrollo
agrícola, con el cultivo de la cochinillla en primer lugar
y, del azúcar y del plátano, en segundo término. Estos beneficios
fueron invertidos en profundas transformaciones urbanas y
en la construcción de numerosos edificios públicos, como las
Casas Consistoriales, el Mercado Municipal y la Fuente del
Pilar. A su vez, se levantaron viviendas de carácter privado
de dos plantas, con lujosas fachadas de cantería local. Estos
adelantos, junto a la fundación de dos importantes industrias,
aún vigentes, La Isleña (1870) y la Fábrica del Ron (1884),
determinaron la concesión, por parte de la reina Regente María
Cristina, del título de ciudad (1894).
Ya en el siglo XX, la economía
de Arucas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos
Guerras Mundiales, la Guerra Civil española, así como la llegada
de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía
imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su
expansión ante el estallido de la I Guerra Mundial, al cesar
el comercio de exportación de los frutos canarios a los consumidores
ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis,
vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía
aruquense, hasta aproximadamente el declive de 1974, momento
en el que se combina con el sector servicios. Este progreso
determinó que la población pasase de 12.649 habitantes, en
1920, a 25.010, en 1950.
Actualmente, la población del
municipio ronda los 32.000 habitantes, siendo varios los aspectos
que actúan como elementos de atracción hacia esta ciudad:
proximidad a Las Palmas de Gran Canaria, zona intermedia entre
un entorno rural-urbano, valor de su patrimonio histórico-artístico,
creación de áreas de esparcimiento, dotación de una completa
infraestructura de servicios, amplia oferta cultural, tranquilidad
y un largo etcétera, cuyas condiciones, sin duda, inciden
en una mayor calidad de vida.
A
pesar de que el patrimonio artístico del municipio de Arucas
es amplio, podemos afirmar que su máxima expresión se encuentra
en el casco antiguo de la ciudad, al resumir a través de su
trama urbana, de los monumentos y de los bienes muebles, el
proceso histórico de su evolución. Hoy en día, sus características
y su nivel de conservación lo han convertido en uno de los
Centros Históricos más singulares de la geografía insular-
declarado como tal en 1976-, manifestándose como un espacio
donde se desarrolla la vida cotidiana, al tiempo que actúa
como lugar de la memoria colectiva.
Uno de los núcleos fundacionales
de la ciudad es el entorno de la Plaza de San Juan. Su mayor
interés, como espacio urbanístico, reside en que en él se
concentran de forma resumida casi todos los momentos históricos
de la ciudad, descifrados en las tipologías arquitectónicas
de los edificios que la circundan. La Plaza de San Juan, aunque
data del siglo XVII, adquirió parte de su configuración actual
a mediados del XIX. Su aspecto definitivo tuvo lugar a comienzos
del siglo XX, cuando se construyó el muro de cantería, decorado
con barras de hierro forjado. En las calles que la rodean,
se levantan edificaciones tan señeras como la Casa Parroquial,
construida en el siglo XVII, por iniciativa del bachiller
Juan Mateo de Castro. Constituye uno de los mejores ejemplos
de la arquitectura tradicional canaria aruquense, caracterizada
por los muros de mampostería y la cubierta de teja árabe,
en esta ocasión, a cuatro aguas. En el interior se encuentra
el habitual patio canario, con corredor de madera de tea.
Asumen estas particularidades las casas construidas en este
municipio, a semejanza del resto de las islas, desde el siglo
XVI al XVIII, aproximadamente.
En el otro lado de la plaza
se sitúan dos viviendas de gran prestancia: la Casa Barbosa
y la de Rafael Ponce de Armas. La primera refleja los principios
clásicos de la arquitectura de finales del siglo XVIII y principios
del siguiente. La segunda vivienda sigue la misma pauta constructiva,
diferenciándose de la anterior por la mayor decoración pétrea
en la fachada. Como reflejo del poder de la burguesía y de
la moda estética, Los estilos predominantes en Arucas, a finales
del siglo XIX y comienzos del XX, son el neoclasicismo, el
romanticismo, el eclecticismo y el modernismo.
Desde la plaza sobresale la
silueta de la Iglesia de San Juan Bautista (1909-1977). Convertida
hoy en el emblema de la ciudad, fue construida siguiendo el
diseño neogótico del arquitecto catalán Manuel Vega March.
Destaca por su elaboración en piedra, sin tecnología de ningún
tipo, surgida de la habilidad de los labrantes aruquenses
-artesanos de la piedra-. No podemos perder la oportunidad
de entrar para dejarnos atrapar por su interior, que resulta
envolvente y misterioso, tanto por la esbeltez de las líneas
arquitectónicas como por los efectos lumínicos de las vidrieras,
realizadas por la casa francesa Maumejean et Freres. De incalculable
valor es su patrimonio mueble, destacando la primitiva imagen
de San Juan “el chico” del siglo XVI, las imágenes del Nazareno
y la Verónica, con las que se celebró la primera procesión
del Paso en Arucas, en 1741, así como Ntra. Sra. de los Dolores
(1852) y San Juan Evangelista (1853), del escultor Silvestre
Bello Artiles. Sin embargo, una de las representaciones que
genera más devoción y admiración es, sin duda, el Cristo Yacente,
obra del artista aruquense Manolo Ramos González (1899-1971).
Realizada en madera hacia 1940, destaca por el tratamiento
del desnudo y por el poder expresivo de su cabeza, mostrándose
este artista como un gran conocedor del cuerpo humano. Por
último, sobresalen las pinturas barrocas del canario Cristóbal
Hernández de Quintana, que se pueden contemplar en la capilla
del Baptisterio.
Si abandonamos la plaza para
continuar por la calle Herrería, llegaremos a una de las vías
más antiguas de la ciudad llamada San Juan. Este entorno,
entrelazado de calles adoquinadas, ofrece al visitante un
atractivo especial por la estrechez de la misma, haciendo
que algunos edificios adquieran formas un tanto gigantescas.
En la calle sanjuanera destacan dos edificaciones realizadas
en diferente época. En primer lugar, la Casa de los Pérez,
de finales del siglo XVIII, muestra en su fachada arcos conopiales
y mixtilíneos de rasgos mudéjares. Un poco más abajo, se levanta
una ingente construcción de finales del Diecinueve conocida
como Casa Caubín o Martín. Sobresale por la belleza de los
motivos vegetales que engalanan su frontis, así como por los
elementos florales que se diseñan en la madera que compone
sus puertas y ventanas.
Continuamos
bajando, hasta encontrarnos a la izquierda con la recoleta
Calle Gourié. Aquí se encuentra laCasa de la Cultura. Se
trata de una antigua vivienda canaria del siglo XVII, caracterizada,
en su interior, por un patio desde donde asoma un espléndido
corredor de madera. En este silencioso ambiente, enriquecido
por la presencia de un drago centenario, se ha instalado la
Biblioteca pública del municipio, tras la intervención del
artista aruquense y de reconocido prestigio, Santiago Santana
Díaz.
Salimos para continuar nuestro
camino por la calle de León y Castillo, que desemboca en la
Plaza de la Constitución. En esta calle se levantan varios
inmuebles del siglo XIX, como la Casa Grau Bassas, reedificada
en 1892 por el arquitecto Laureano Arroyo en estilo ecléctico.
Hoy en día es la sede de la Fundación Canaria Mapfre Guanarteme,
en la cual se ofrecen numerosos actos en las diferentes salas
dedicadas a exposiciones, conferencias, sala de estudio y
biblioteca.
Seguimos andando hasta encontrar
la Plaza de la Constitución, alrededor de la cual se
sitúan las Casas Consistoriales (1875) y el Mercado Municipal
(1882). Ambos inmuebles fueron trazados por el arquitecto
José A. López Echegarreta en estilo ecléctico, sobresaliendo
por la decoración vegetal pétrea. Justo al lado, una espléndida
portada de piedra nos abre el camino hacia el espacio del
Párque Municipal. En su interior se encuentran las dependencias
de la Oficina de Informción Turística, con una sala dedicada
a la exposición de diferentes trabajos realizados por los
artesanos del municipio (cantería, cestería, cuchillos canarios,
calados y bordados, metracrilato). Al lado derecho se sitúa
el Museo Municipal, vivienda que constituyó en el pasado la
residencia de la familia del Mayorazgo de Arucas y, posteriormente,
la de Gouriè. En un sugestivo ambiente, se han abierto de
forma permanente al público varias salas dedicadas a artistas
aruquenses, como las de los pintores Santiago Santana y Guillermo
Sureda, la del escultor Manolo Ramos y, por último, la sala
dedicada a las esculturas de Abraham Cárdenes y sus alumnos.
En los alrededores se encuentra
el Parque Municipal, con una extensión aproximada de 10.000
mts.2. Cuenta con plantas de todos los continentes,
integradas en un medio en el que la presencia del agua, que
pasa a través de las acequias, y de las aves juegan un papel
muy importante. Desde la avenida superior del parque pueden
verse varios edificios de gran porte, destacando el antiguo
edificio del Casino de Arucas, donde además se aloja la Farmacia
de Megías, que aún sigue mostrando un artístico mobiliario.
Actualmente, este inmueble se está acondicionando para acoger,
en fechas próximas, un Hotel Restaurante Escuela. Por último,
cabe mencionar, por su indudable valor arquitectónico, la
Heredad de Aguas de Arucas y Firgas. Este inmueble, construido
en 1912, constituye la sede de la comunidad propietaria de
las aguas para el regadío. Su papel en la vida económica del
municipio ha sido de gran importancia ya que, como hemos comentado,
se le debe la construcción de casi todo el sistema hidráulico
destinado a distribuir y contener el alimento de los cultivos.
Terminamos nuestro recorrido
visitando las Destilerías Arehucas para conocer, además de
sus instalaciones, un interesante Museo del Ron, en donde
se guardan numerosos barriles firmados por distintas personalidades.
La visión de este itinerario que acabamos de realizar se puede
completar con la magnífica panorámica que nos ofrecen los
miradores ubicados en la Montaña de Arucas, desde donde puede
observarse, en medio de un agradable jardín, todo el
municipio, la costa norte y buena parte del interior de la
isla.
Además, todo el municipio nos
muestra una amplia variedad de manifestaciones de carácter
popular, que enriquecen el panorama cultural de la localidad.
A ello hay que sumar el sabor de numerosos rincones, elementos
etnográficos –cantoneras, molinos, acequias, hornos de tejas,
salinas-, esculturas en la calle, plazas y parques.
Buena parte de la actividad
artesanal del municipio se ha centrado en el trabajo de la
“piedra azul de Arucas”, pudiendo ser anterior esta tradición
al siglo XVII. Sin embargo, en otros tiempos, la producción
de tejas y ladrillos también jugó un papel importante en la
artesanía aruquense, aunque primó el trabajo de la piedra
por sus características.
Otras actividades artesanales
llevadas a cabo por personas del municipio son el tallado
de la madera, la construcción de instrumentos musicales, los
trabajos de cestería y palma, la elaboración de cuchillos
canarios, calados y bordados, cerámica, joyería en plata,
metracrilato…
Entre las fiestas más destacadas
del municipio se encuentran las de carácter religioso, principalmente
las del patrono San Juan Bautista, en los días 23 y 24 de
junio, sobresaliendo las procesiones por las calles antiguas
de la ciudad, las tradicionales hogueras y fuegos artificiales,
así como la Romería, donde hombres y mujeres vestidos de típicos
danzan al compás de la música folclórica canaria. En los diferentes
barrios y pueblos también se celebran las fiestas de sus santos
patronos. Además, en los meses de marzo y abril, en
todo el municipio se realizan las tradicionales procesiones
de Semana Santa, algunas espectaculares, como la procesión
de la Soledad en Montaña de Cardones, donde al amparo de la
noche se encienden numerosas hogueras en la montaña.
Alicia Hernández Padrón
Guía Turística y Cultural del Norte de Gran Canaria
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